La segunda parada era el Castillo de Ponferrada, donde la Orden del Temple vigilaba y defendía el camino de Santiago. Como curiosidad, nos llenó de tristeza que el guía nos contara que en el sigo XIX se destruyera una parte del castillo para construir... ¡un campo de fútbol!
Pero lo que más nos gustó de ese día fue la visita a Las Médulas, una mina a cielo abierto en la comarca de el Bierzo que explotaron los romanos durante varios siglos mediante un curioso método de canales de agua subterráneos que "reventaban" la montaña para extraer el oro. Este derrumbe del terreno formó unas curiosas formaciones que hacen del paisaje una estampa singular. Hay que decir que la cantidad de oro que se extraía era bastante escasa.
Nos llamó la atención por el camino la cantidad de castaños con troncos de formas curiosas, que tenían sembrado el suelo de "erizos" que se abrían para ofrecernos el espectáculo de las ricas castañas. Un paseo delicioso e impactante.
Por último nos fuimos a Lugo. Allí queríamos ver su muralla romana, la única que se conserva en el mundo después de 17 siglos. Abel había investigado sobre sus torres, sus puertas, sus medidas, y quiso contárnoslo antes de subir. No fue un paseo muy largo porque se nos había hecho tarde y hacía mucho frío, así que nos fuimos a buscar el albergue.
Cabe decir que, después del acogedor hotel familiar del que veníamos los dos días anteriores, encontrarnos con el albergue, un tanto destartalado y frío, nos produjo una desagradable sensación. Pero también es cierto que estábamos tan cansados y teníamos que madrugar tanto, que después de resolver el mayúsculo lío del reparto de habitaciones, nos dormimos enseguida para dejarlo al día siguiente cuando aún era noche cerrada.
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