jueves, 24 de septiembre de 2015

¿Y si jugamos un rato en la calle?

¿No es en la calle donde casi nos hemos criado los adultos? En el parque, en la plaza del pueblo, o en la puerta de casa con los amigos del vecindario. Y llegábamos a casa hechos unos zorros y nuestra madre ponía el grito en el cielo. Las rodillas casi siempre con postillas de heridas, a veces una encima de otra, y así aprendimos a sentir y controlar dolor físico, pero también a inventar juegos, de tal modo que cuando nuestra madre nos llamaba para ir a la ducha y cenar nos chinchaba bastante porque queríamos seguir.

Pues eso, justamente eso es lo que les falta a muchos de nuestros niños. Hasta el punto de acuñarse un nuevo término que denomina a una nueva serie de desórdenes que se caracterizan por el estrés, la ansiedad, la inatención, síntomas de hiperactividad, aburrimiento si no les damos lo que piden porque no saben inventar, menor resistencia a las enfermedades, menores habilidades sociales... No se considera un diagnóstico oficial, pero sí suena cada vez más y muchos estudiosos le siguen la pista. Se trata del SÍNDROME POR DÉFICIT DE NATURALEZA, un término acuñado por Richard Louv y que pone de manifiesto la relación de los síntomas mencionados con una vida sedentaria, falta de contacto con la tierra y el grupo de iguales.

Y no debemos tomarlo a la ligera, porque ciertamente ¿cuántos de nuestros niños se manchan las manos de tierra? ¿cuántos persiguen hormigas? ¿cuántos pasan una tarde sosegada en un parque con los amigos? ¡Si casi nos da miedo que jueguen con un palo o con piedras! Por contra, la mayoría pasa demasiadas horas ante la pantalla de un ordenador, o con videojuegos, y hasta saben manejar desde bien pequeños un teléfono móvil que los padres les dejamos para que nos dejen tranquilos un rato. Y ellos, que son hijos de la era tecnológica, que intuyen el funcionamiento de un programa de juegos, no saben cómo crece una planta, cuándo vuelven las golondrinas, o ver la metamorfosis de los gusanos de seda. ¿Por qué hemos dejado de ir con los abuelos a buscar hojas de mora?

Lo cierto es que los que jugábamos en la calle dábamos unos mordiscos de categoría a los bocadillos que nos hacía nuestra madre para la merienda, mientras que muchas madres de ahora se las ven y se las desean para que sus hijos tomen por la tarde un "aperitivo" en forma de botellita pequeña que contiene no se sabe qué líquidos que prometen paliar todas las carencias del mundo mundial. Naturalmente muchos no "han hecho ganas", como decía mi abuela.

Pero no, la carencia de tierra es insustituible, las sensaciones en la piel, en la retina, los sonidos de la naturaleza nos llevan a vivirla, explorarla, conocerla y dejarnos hacer todas las cosas buenas que opera sobre nuestro cuerpo, y además, nos enseña a amarla.

¿Y si nos vamos el domingo toda la familia a un castillo, a un pantano, a un río...?




1 comentario:

  1. Totalmente de acuerdo Ana, todas las experiencias vividas en las calles, los juegos conocidos, las canciones aprendidas, todo de forma lúdica, y lo de caerse y decir "esto no es nada seguimos...." una frase muy usada, la de ahora se raspan un pelín las rodillas y acudimos a urgencias. Habría que controlar el tráfico y dejar las calles más limpias para los peques.

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