Cuando la mamá del ultra del Betis fue preguntada por el suceso, dijo que su niño (¡!) es muy bueno y que no es violento, que él sólo le dio una "palmetada" al señor de Bilbao que estaba sentado tranquilamente. Justificar lo injustificable, negar la mayor, acto de soberbia, victimismo porque el mundo está contra mi niño.
Entre la actitud prepotente de no reconocer un error y la de pedir disculpas públicamente, que era lo deseable, hay un camino a veces poco transitado, que es el de la educación en el seno de la familia, ese ejercicio de responsabilidad paterna que hace al hijo un sujeto capaz de reconocer errores, esa regañina oportuna o ese diálogo edificante cuya finalidad es la inserción social. Así, cuando un sujeto es rechazado socialmente los padres se aferran a la manía persecutoria de quien sea, podemos llamarle convecinos, compañeros de clase, maestros, sociedad en general, pero nunca se hace un acto de reflexión sobre qué parte de culpa tiene el encubrimiento empecinado de lo que empezaron como "pequeñas trastadas" y terminaron haciendo de él un inadaptado, una persona incapaz de sentir empatía, respeto por los demás.
Un cartel puesto en la puerta del cole es tuyo, pagado con tus impuestos, por eso tienes la responsabilidad de cuidarlo. Pero un cartel puesto en la puerta del cole no es sólo tuyo, por eso tienes la obligación de respetarlo. No culpes a la sociedad de que te aburres, de que hay pocos sitios para divertirse en el pueblo en que has nacido, tú eliges aburrirte. Tus padres eligen justificarte, y con ello puede que te crezcas, te sientas más chulo que un ocho porque campas impune, pero no te engañes, quien no respeta, a la postre no es respetado y creo que en el fondo no has de sentirte bien a no tardar.
Y mientras, los justos callan y tú sigues crecido porque sabes que no quieren problemas contigo y te crees dios. Pero sigues engañándote porque nosotros seguimos buscando valientes como dice el cartel que destrozaste, y porque puede que algún día tengas que arrepentirte de haber cerrado bocas con amenazas tuyas o de tus padres, que la vida es un tiovivo y no imaginas las vueltas que da. Que arrieros somos, decía mi abuela.
Es posible que te encontremos lamentándote de tu suerte, la que tú solito te has labrado. O es posible que tengamos que escuchar a tus padres lamentarse por su impotencia porque tú te pasaste dos pueblos. No serás el primero que vimos así, porque para tus padres fuimos un megáfono en un desierto donde nadie escuchaba.
Nosotros ya no tenemos un bonito cartel a la puerta de la escuela, pero tú... ¿Qué tienes tú?
Qué más decir, totalmente de acuerdo con todo lo redactado.
ResponderEliminarTotalmente de acuerdo
ResponderEliminarMi niño nunca haría algo así, mi niño es muy bueno, mi niño no ha bebido, es que le han debido echar algo. ¡Doctora! Por Dios, ¡está insinuando que mi hijo se ha drogado!. A veces es difícil pretender encontrarle mangas a un chaleco.
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ResponderEliminarEsto pasa cuando la falta de cerebro y la falta de educación se juntan en los mismos sujetos.
ResponderEliminarSuscribo todo lo escrito.
Cuántas verdades Ana, totalmente de acuerdo con todo, no lo hubiera expresado mejor. Y también que triste que los más inocentes se encuentren con las puertas cerradas por culpa de este vandalismo.
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