Nada es eterno... dicen. Ni siquiera el viejo sauce que adornaba el patio del colegio de Alconera, bajo cuyas lágrimas de llorón en forma de catarata verde, se escondían los chicos en sus recreos.
Quizás el viento que este fin de semana ha querido recordarnos de nuevo el crudo invierno, quizás los hongos que han hecho su parte; el caso es que nos lo hemos encontrado partido en dos a lo largo de su tronco.
Se nos partía el corazón verlo hecho añicos descansando sus ramas en el suelo. Los días desapacibles ya no nos podrá informar visualmente desde las ventanas de las aulas si el viento sería demasiado fuerte para que los chicos pudieran salir al patio a jugar. Ya no veremos una nueva primavera llorar desde su gran porte ramas verdes.
Petunias de temporada asoman al parterre de entrada, nuevas, coloridas, mientras el viejo sauce no pudo mantenerse más en pie desde su curvado porte del peso de los años.
Nada es eterno... Ahora siento no tener una foto para rendirse este homenaje cuando lucía orgulloso y sano su ramaje. Ha quedado ante nuestros ojos un espacio vacío.
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