Ayer pasó como de puntillas el día de San José de Calasanz,
día del docente, ahora año sí, año no, y este año no tocaba fiesta. Además de
ser un día de descanso lo bueno de este día, aunque no tocara asueto, era que
venían nuestros compañeros jubilados a hacernos unas deliciosas migas, con su
quemador de gas, sus ajitos, su perol de hierro, y una dosis grande de cariño
porque la querencia al grupo y al CRA nunca se pierde. El cole se llenaba de un
delicioso olor que hacía crujir las tripas anticipándose a ese desayuno
especial; los maestros y maestras itinerantes se organizaban para llevar una porción de
esas migas a los distritos y así nadie se perdiera la delicia. Pero este año no
está el cocinero Juan. Y todos guardamos silencio porque ya sin él no apetecen.
Al menos hasta que hagamos la digestión, no de las migas, sino de su ausencia.
Ese silencio que lo nombra es un recuerdo afectuoso de los
compañeros que seguimos en el tajo y de los que ya están jubilados. En la mente
y en el corazón queda ese recuerdo bonito.