jueves, 12 de mayo de 2016

El debate de los deberes

Siempre que se genera este debate, y es un tema recurrente (ya veréis como en unos días tenemos el debate de qué hacer con los niños durante las vacaciones), observo que se incurren en contradicciones. Y esto sucede en la inmensa mayoría de las controversias que suscita la escuela. Todos esperamos que la escuela haga de nuestros chicos personas responsables, trabajadoras, perseverantes, pero sin que le exijamos responsabilidad, trabajo ni perseverancia.

¿Que se olvida de traer a clase la libreta? No hablamos con el niño para decirle que él debe preparar con antelación sus cosas y asumir sus pequeñas responsabilidades. Hablamos con el maestro para justificar a nuestro hijo, quitándole incluso la opción de asumir su olvido, que es la forma más directa de hacerlo responsable acerca de ello.

Le exigimos a la escuela lo que la escuela no puede exigir. Queremos buenos estudiantes que no estudien.

Por otro lado ¿Que el niño tiene después de clases fútbol, música, informática y ajedrez? Está estresado por los deberes. Tal vez el estrés procede de la saturación horaria del niño, que naturalmente no puede ponerse a hacer los deberes a las 8 de la noche.

No voy a defender los deberes como la forma de superar los objetivos educativos, porque pienso que esto debe hacerse claramente en clase. Pero los deberes, y en todo caso, los que se mandan dentro de la moderación, ayudan al niño a adoptar una serie de hábitos responsables, de trabajo y de perseverancia, de organización personal y planificación del tiempo.

Mi recomendación acerca de esto siempre sigue las siguientes pautas:

  • De media hora a una hora de lunes a jueves para organizar su trabajo escolar, y no debe sobrepasar ese tiempo, porque a menudo, los deberes duran tres o cuatro horas porque se distraen, o porque el lugar no es adecuado para la concentración, porque está la tele puesta al lado, o el ruido de hermanos pequeños junto a él. Y animo a los padres a que pasado ese tiempo, esté en el punto que esté, le inviten a ir a jugar. Si los deberes se han mandado con cordura, no sobrepasará ese tiempo y si no los ha terminado, él aprenderá poco a poco a ir al grano sin distraerse, lo que redundará en el alivio propio y de toda la familia. 
  • En el caso de que no haya deberes, es bueno el estudio. Primero porque la escuela prepara para la vida, y de manera gradual tendrá que dedicar mayor tiempo al estudio. Por ello es bueno que aprenda a organizarse y a asumir que hay cosas que conviene reforzar un poco.
  • Si no hay que estudiar tampoco, esa tiempo se puede dedicar a la lectura, cuyos beneficios son de todos conocidos.
  • Nunca debemos resolver los deberes del niño. Una cosa es ayudarle a resolver una palabra o frase que no entiende y otra muy distinta es explicarle los deberes. Si el alumno lleva los deberes mal hechos, el mensaje para el profesor es que debe reforzar más los contenidos en clase, no que se lo expliquen los padres por él. Menos que se los hagan.
Le encuesta es una obviedad. A cualquier niño que le pregunten si le gustan los deberes, responderá que no. A muchos tampoco les gusta ducharse o acostarse temprano. Si la encuesta se le pasa a adolescentes, la respuesta está cantada: yo prefería irme con los amigos, pero si hubiera hecho esto, seguramente me hubiera sentido perdida y falta de hábitos de organización cuando llegué a los estudios superiores.

Es una barbaridad mandar a un niño seis ejercicios de mates, una traducción de inglés, un análisis sintáctico de lengua, estudiar sociales y querer que además lea. A todas luces esto producirá aversión hacia el trabajo escolar. Beber agua es bueno, obligar a que me beba seis litros no tanto. Todo con mesura. Los hábitos de trabajo no se fomentan ni saturando ni negándolo.

Os dejo el enlace de un artículo de José Antonio Marina sobre las conclusiones a las que ha llegado respecto a este tema la Universidad de Padres.

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